Hace dos décadas, «Entrevista con el vampiro» de Anne Rice me cautivó. En sus páginas, descubrí un mundo en el que las historias ocultaban otras historias, y fue mi primer encuentro con un libro que desnudaba su alma. Esa experiencia me inspiró para escribir.
Este acto creativo fue liberador. Entre las palabras desordenadas, encontré fragmentos que despertaban algo en mí: una crudeza que nacía del sentir más que del pensar.
La idea de juntar estos fragmentos me tentaba, pero el miedo, un poder irracional y formidable, me detenía. Cada intento de escribir apenas me llevaba a terminar unas pocas páginas. Las excusas se convirtieron en mi refugio, frenando el progreso mientras la vida reflejaba este viaje errático: momentos de ligero avance alternados con años de sueños dormidos y sofocados.
Los numerosos intentos fallidos culminaron en un momento crucial: un ultimátum. Confinada en una habitación, mi miedo y yo determinamos que solo uno saldría victorioso. Armándome con una determinación que gritaba «ahora o nunca», dejé de lado las justificaciones y comencé a escribir. Algo sublime sucedió: un despertar en el que los personajes, una vez dormidos en un rincón lejano de mi mente, cobraron vida y susurraron sus historias.
Siempre había anhelado escribir estas historias, pero me faltaba audacia. Ahora, este soy yo, abrazando lo desconocido y atreviéndome finalmente.
Te doy la bienvenida a Los Misterios Celestiales.